Solo, cortado, con leche, americano, capuchino… hoy en día, existen diferentes formas de preparar el café. Es una costumbre muy extendida tomar esta bebida después de las comidas, ya sea para hacer la digestión o simplemente para alargar la sobremesa. Otros, sin embargo, lo consumen para evitar que les entre el sueño.
El café es uno de los productos más consumidos en el mundo, y destaca por ser consumido debido a los efectos estimulantes que produce en las personas. Se pueden encontrar varios tipos de café: el café tostado natural que se obtiene de tostar los granos directamente, el café torrefacto que se obtiene de tostar los granos junto con azúcar, el café descafeinado el cual su contenido de cafeína está reducido, y el café soluble que destaca por su facilidad de preparación.
El origen de esta bebida proviene de África, concretamente es originario de la antigua Etiopía, pero fueron los Árabes los primeros que extrajeron los granos del café, los tostaron, molieron, y los mezclaron con agua caliente. Posteriormente, hacia el siglo XVII este se fue extendiendo a Italia, Francia, Viena… gracias a los mercaderes.
En la actualidad, encontramos café de todas las clases y marcas, incluso nace la figura del barista. Este es una persona experta que está especializado en trabajar con este producto, creando diferentes bebidas basadas en este producto, y jugando con diferentes sabores gracias a los diferentes tipos de leche, licores, etc. Su trabajo culmina con la presentación del café y el arte de la leche, diseñando dibujos con esta en la superficie del café.
Sin embargo, la sustancia por la cual es más conocido el café es la cafeína, la cual puede llegar a generar dependencia en muchas personas. No obstante, si este se toma con moderación contiene algunos beneficios:
– Capacidad antioxidante
– Según varios estudios, reduce el riesgo de padecer algunas enfermedades como el Parkinson o el Alzheimer, diabetes y gota.
– Es diurético y laxante
– Reduce el riesgo de tener cardiopatías.